La palabra gnomo fue acuñada, en realidad, mucho más tarde. Fue el alquimista suizo Paracelso cuando publicó en 1566 su Tratado sobre los elementales, dedicado a ciertas gentes a los que no se les puede cortar el camino con nada, pues siempre hallarán una solución alternativa para seguir adelante. Gnomo significa “aprender”, “conocimiento”, “sabiduría”… pues la tradición atribuye a estos diminutos seres el conocimiento de los secretos de la Tierra y el Universo. Por esa razón, posiblemente, muchos magos, a lo largo de la historia les han utilizado en sus ritos de alta magia.
Lo sorprendente es que los testimonios de su presencia entre nosotros no se restringen a la antigüedad. Los gnomos han abandonado su condición de mito para mostrarse ante nosotros en plena era tecnológica. En Internet resulta fácil, por ejemplo, toparse con fotografías de origen dudoso encaminadas a verificar su presencia real en los bosques. Lamentablemente, a poco que uno bucea en su génesis advierte que se trata de burdos retoques fotográficos. En otros casos, paradójicamente, hay testigos detrás como las facilitadas por nuestro lector Santero Gustavo quien obtuvo unos inquietantes registros en el bosque, mientras disfrutaba de un día de campo en la provincia de Córdoba, Argentina. Tomó varias instantáneas en las que advirtió presencias extrañas. Al ampliarlas obtenemos, efectivamente, una llamativa figura humanoide que Gustavo interpretó como un elemental. Muchos objetarán con razón que se trata de imágenes difusas pero sorprendentemente hay otras evidencias de sus apariciones.
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ALGUNOS CASOS CONOCIDOS

Los gnomos del Montseny

Los sugestivos bosques del Montseny, en Barcelona, tienen tradición de estar habitados por estos “invisibles” espíritus, especialmente alrededor de los monumentos megalíticos. Eso puede deducirse, al menos, del hallazgo de dieciséis huellas halladas en las cercanías de la Pedra Gentil, en Vallgorgina, por el investigador catalán Pedro P.Canto. Sucedió el 2 de diciembre de 1989. Aquel día se hallaba en compañía de otras cuatro personas cuando descubrió impresas en el barro las huellas de unos diminutos pies. “Nos dispusimos a bordear aquella zona y a inspeccionarla –reza su cuaderno de campo-. El momento más emocionante fue cuando, en un paso cerrado por la vegetación, yo me puse a modo de parapeto para cubrir a la mujer y, de un empujón, casi la tiro al suelo. Allí, en la inmensa manta de hojas marchitas, descubrimos las increíbles pisadas de unos pies desnudos, de cuatro dedos y un talón, no tacón, y que medía nada menos que 10 centímetros” ¿A quién pertenecían?
Según explica Canto era claramente visible la curva interior de la planta y el llamado “monte Venus”. “En aquél mismo tramo –escribe- observé cuatro huellas de las mismas características y, en total, si incluimos el resto de las pisadas que observamos alrededor del dolmen, la suma ascendió a 16 pisadas”.
Dos de las personas que asistieron al descubrimiento eran zahoríes, es decir, radiestesistas que coincidieron en afirmar que de aquellas huellas emanaba cierta energía al provocar una fuerte oscilación en el péndulo. Con buen criterio Canto efectuó varias fotografías que curiosamente resultaron ¡veladas! ¿Cosa de los “duendes”?
En todo caso resulta curioso que las huellas y el fenómeno tuvieran lugar en las proximidades del dolmen pues, como hemos dicho la tradición asegura que debajo de estos megalitos se extienden numerosas galerías subterráneas que conectan las ciudades de estos diminutos seres.
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Por si fuera poco, una pareja de esta localidad catalana, afirma vivir desde hace años con un gnomo en casa. Fue tras el paseo de un grupo de amigos por los alrededores del dolmen. Uno de los integrantes recordó la leyenda de los gnomos del Montseny. Pepa, que así se llama la mujer, dijo en voz alta que no le importaría llevárselos a casa. Desde entonces empezó a notar cosas extrañas a su alrededor. Objetos que habían sido cambiados de sitio o, lo que resulta todavía más curioso, cuando cocinaba paella, plato que suele condimentar con un buen conejo, la carne desaparecía.
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Seres juguetones

Y es que los gnomos resultan muy juguetones con los objetos cotidianos, la comida y, especialmente, el tabaco. La tradición les muestra como fumadores de pipa pero como veremos no le hacen asco a los cigarrillos. Lo sabe muy bien Josep Cristina quien tiene el convencimiento de que en casa de su madre habita uno de estos diminutos seres. El cucharón o cualquier instrumento de cocina que utilizara aparecía siempre en la repisa del baño. “Un día vino a cenar un amigo a casa -muy escéptico, por cierto- y mi madre lo explicó. Él se reía de su historia hasta que quiso encender un cigarrillo. Había dejado su paquete de tabaco y el mechero encima de la mesa pero habían desaparecido de allí inexplicablemente”. Primero supuso que se trataba de una broma, que alguien se los había escondido, pero palideció al comprobar que se hallaban en la repisa del baño sin que nadie se hubiera levantado de la mesa ni ausentado del salón.
Cuando existe cierta preparación o se cumplen ciertas condiciones estos seres invisibles se dejan ver. La experiencia siempre resulta chocante. En el verano de 1976, Josep Cristina estaba leyendo en el dormitorio de su casa de Manresa (Barcelona) cuando tuvo oportunidad de ver con sus propios ojos un gnomo.
Estaba tumbado en la cama, bajo la luz de un flexo cuando, de repente, observó algo extraño en la ventana. “Me fijo y advierto la presencia de un ser diminuto. No superaba los cuatro centímetros de altura”-recuerda.
Cristina está seguro de la altura porque el misterioso ser estaba sentado en el marco de la ventana. “Me miraba fijamente y sonreía”-declara. El pequeño ser movía la cabeza de un lado a otro. Nuestro protagonista no podía creer lo que estaba viendo, creía ser presa de una alucinación o que, tal vez, su imaginación le estaba jugando una mala pasada. Gateó entre las sábanas hasta situarse al pie de la cama. Quería ver de cerca de aquella diminuta figura que vestía como un hombre “normal”. Camisa y pantalón blancos, un grueso cinturón negro y lo que le parecieron unas alpargatas.
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Fue entonces cuando tuvo la impresión de que aquel hombrecillo le hablaba pero no con la boca sino en una suerte de telepatía. El “gnomo”, entonces, le predijo cuatro acontecimientos futuros.
Cristina se levantó perplejo. Quería tocarlo. Aquella “visión” era muy consistente para ser una alucinación pero chocaba con su racionalidad. Pero, al acercar su dedo índice al cuerpecillo el ser se desvaneció ante sus ojos. No pegó ojo en toda la noche, pendiente de la ventana, por si aquel diminuto ser reaparecía. Durante algún tiempo trató de convencerse que aquello fue fruto de su mente pero en menos de un año las cosas vaticinadas por el “gnomo” se cumplieron y la cuarta a punto estuvo, también de cumplirse: Que le tocaría la lotería. “Yo solía jugar siempre a un mismo número –recuerda-. Aquel ser me dijo que ese año mi número iba a resultar premiado. Cuando fui a comprarlo la lotera lo había vendido ya y resulta que ese año tocó”-se lamenta.
¿Se trata de un gnomo o un feto de una especie no identificada?
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Videntes y guardianes de tesoros

Y es que una característica de los gnomos es la de la clarividencia. Tradiciones de diversos lugares les asocian con la alta magia y a las prácticas hechiceriles. “Además de supervisar los grandes tesoros ocultos de la Tierra –asegura Callejo-, misión que también se atribuye a los grifos de las leyendas helénicas y orientales, así como a los dragones germánicos y españoles, los gnomos tienen la capacidad de predecir el futuro”. No es extraño, por tanto, que algunos videntes les hayan visto en sus consultas. Eva Benavent que practica desde hace años la clarividencia les ha visto ocasionalmente en algunas de sus consultas.
“Se trata de un ser diminuto, de piel verdosa, orejas puntiagudas y con un bonete rojo que da saltitos por el suelo”-explica. En ocasiones –asegura- el consultante ha podido incluso verlo aunque lo normal es que sienta sensaciones. “En una ocasión –recuerda- lo veía en el hombro de la consultante, riéndose y soplándole en el cuello y, curiosamente, esta persona se rascaba como si, de verdad, alguien estuviera allí haciéndole cosquillas”.
Eva está convencida de que cuando aparecen estos diminutos seres la suerte de la persona va a cambiar a mejor.
¿Se trata de experiencias reales o tan sólo de la visión subjetiva de otro plano de existencia? ¿Hay alguna prueba de su realidad objetiva?
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El Gnomo de Girona

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En 1989 dio la vuelta al mundo una polémica fotografía. En septiembre de ese año dos matrimonios Añaños y Pujals disfrutaban de un domingo de pic-nic en un bosque situado en los alrededores de Girona. De repente se vieron sorprendidos por la presencia de un gnomo al que pudieron dar caza echándole encima una manta. Al parecer, el pequeño ser se acercó al grupo atraído por la música de un radiocassette y emitió una especie de chillido que recordaba la carcajada de un anciano. Al ser sorprendido por el grupo trató de huir entre los matorrales. Se desplazaba velozmente, en zig-zag, pero uno de los campistas logró finalmente darle caza.
El presunto “gnomo” fue conservado vivo en una jaula para pájaros donde vivió veinticuatro horas sin comer nada. El ejemplar ¡todavía vivo! fue puesto en manos del parapsicólogo catalán Angel Gordon quien efectuó un estudio preliminar y lo conservó en un frasco con formol. La diminuta criatura era de color azulado, presentaba algunas manchas en su cuerpo, fundamentalmente en el cuello y la cara y tenía un tamaño aproximado de doce centímetros. Su constitución carnosa pero presentaba una protuberancia en la frente que recordaba un gorro frigio. Asimismo eran reconocibles unas orejas largas, similares a las de un conejo, y un hocico parecido al de un roedor. Sus ojos tenían un tono rojizo y parecían sobresalir de una zona oscura parecida a un antifaz. Sus extremidades delataban que se trataba de una especie anfibia pues sus dedos estaban unidos por membranas. No tenía pelo en el cuerpo, salvo en el cogote, donde Gordon advirtió tres pequeños pelos. El parapsicólogo encargó a un fotógrafo de l’Hospitalet que inmortalizara el extraño ejemplar y se obtuvo así una polémica secuencia fotográfica.

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