Una niñera debe cuidar de un bebé que depierta en llanto a media noche, mientras trata de consolarlo observa como la colección de payasos de juguete que hay en su habitación parece mirarla fijamente…
Una niñera debe quedarse a cuidar el bebé de una familia que esa noche tiene una fiesta a la que no puede faltar. Antes de abandonar su casa la mujer detalla los cuidados que requiere su hijo y le facilita un número de contacto por si surge cualquier problema.
La chica ya ha trabajado durante semanas con el niño y tiene experiencia con muchos otros bebés. Pero desde luego esta no es su casa favorita, ya que el padre ha ido recopilando una colección de payasos de juguete en sus diversos viajes. Los muñecos le producen escalofríos cuando debe entrar al cuarto del niño para vigilarlo en su cuna.
La noche se presenta con normalidad hasta que de repente el bebé comienza a llorar en su habitación, por más cuidados y atenciones que le brinda, el niño no deja de llorar. La chica odia quedarse en ese cuarto porque siente como si todos los muñecos con forma de payaso la miraran fijamente mientras trata de consolar al bebé.
Para colmo el padre parece que ha comprado un nuevo payaso casi del tamaño de un niño, una pieza terriblemente realista que han sentado en la mecedora que muchas noches la niñera usa para calmar al niñito hasta que se duerme.
La chica tras mas de una hora intentando que el bebé se duerma decide llamar a sus padres para preguntarles si ha dormido la siesta más tiempo del debido y si le dieron el biberón que le correspondía antes de irse a la fiesta. Está desesperada por el incesante llanto de la criatura. La madre le indica que no existe motivo por el cual el niño deba llorar, pero que en todo caso le de un poco mas de leche y trate de dormirle meciéndole mientras descansa sobre la mecedora, así ella también podrá descansar.
La chica le pregunta si puede retirar de la mecedora el payaso nuevo y que donde debe dejarlo, la madre desconcertada le pasa de inmediato el teléfono a su marido.
El señor le pregunta como es la figura que le dijo a su esposa. Sin mediar mas palabras y profundamente preocupado le dice a la niñera que coja de inmediato a su hijo y cruce la calle hasta la casa de sus vecinos, una vez allí le debe llamar de nuevo.
La niñera asustada cumple las órdenes que le acaban de dar, entra en la habitación del niño, le recoge de la cuna y sin girar la cabeza hacia la mecedora para mirar al payaso se le lleva en brazos escaleras abajo hasta salir a la calle. Al llegar a la casa de los vecinos llama nuevamente al señor de la casa.
Este está realmente asustado y le contesta mientras conduce su coche a toda velocidad hacia su casa. Le explica que él nunca ha comprado un payaso de esas características y que probablemente alguien disfrazado entrara en la casa para robar, al sentir que subía las escaleras se sentara en la mecedora para confundirse entre la oscuridad.
La chica totalmente aterrorizada observa por la ventana de la casa de los vecinos como a los pocos minutos el pequeño payaso escapa con una bolsa probablemente llena de objetos de valor.  Por suerte, una hora después la policía,  gracias a su descripción, detiene a un enano que al parecer trabajaba en un circo ambulante y acostumbraba a entrar en las habitaciones de los niños para robar cualquier objeto de valor que encontrara mientras las familias duermen.



La noche cae en el bosque mientras un chico realiza un trabajo de recolección de plantas para su universidad. Asustado decide resguardarse en una vieja cabaña que parece que no está habitada ¿Pero está realmente solo?…
Se dice que en una ocasión un estudiante fue al bosque de su ciudad para un trabajo en su universidad. Su función consistía en recolectar muestras de diversas plantas y catalogarlas. Fue tanto su interés en su labor, que no se dio cuenta que el día había acabado y se estaba adentrando en una oscura noche.
Se sentía perdido, no sabía hacia dónde avanzar con tremenda oscuridad. Cuidaba sus pasos para no tropezar, lo único que podría distinguir era la brillante luz de la luna y las estrellas. Después de unos pasos, pudo distinguir una pequeña cabaña en medio del bosque; pensó que sería buena idea entrar y pedir resguardo esa noche hasta el amanecer.
El estudiante se acercó a la cabaña, tocó la puerta unas cuantas veces, pero nadie parecía estar dentro. Al ver que nadie se encontraba por el momento, se decidió a pasar sin ser invitado. La cabaña parecía haber cambiado de tamaño, no aparentaba ser tan grande desde fuera. Había muchas puertas y un largo pasillo.
Mientras buscaba una habitación atravesando el pasillo a oscuras notó que en las paredes de la morada habían extrañas pinturas de personas de aspecto siniestro, al pasar parecían seguirlo con la mirada provocándole un escalofrío que casi le impedía moverse. Tras vencer sus miedos, tragó saliva y continuo por el pasillo hasta encontrar una habitación donde pasó la noche hasta el amanecer.
A la mañana siguiente sus miedos se habían evaporado, hacia una hora que había amanecido por lo que decidió abandonar la cabaña y finalizar su trabajo. Se levantó de la cama y al salir al pasillo se quedó helado…
En las paredes no había ningún cuadro… sólo ventanas



Mary Ann era una chica de deslumbrante belleza que estaba acostumbrada a ser el centro de atención de los hombres, además su soberbia la impulsaba a tratar con desprecio a los menos agraciados que ella. Hasta que un día…
Todo comenzó en Tetbury, una pequeña localidad de cierta campiña inglesa situada a unos cuarenta minutos de Oxford. Se dice que allí, hace muchos años, vivía una chica de deslumbrante belleza llamada Mary Ann Sawford. Sus cabellos eran largos, ondulados y de un dorado semejante al oro, su cuerpo era todo un monumento y su rostro tenía facciones tan bellas y finas que parecía el rostro de un ángel. Por todo ello Mary Ann estaba acostumbrada a ser el centro de atención, un imán que por donde iba monopolizaba las miradas masculinas y que, con una sola mirada de sus ojos azul-zafiro, era capaz de hacer que cualquier chico del pueblo caiga rendido a sus pies.
Pero su apariencia era sólo el bello envoltorio de un alma insensible y algo cruel. Detrás de su rostro angelical latían una soberbia y una arrogancia sin límites pues Mary, cegada por la vanidad y la superficialidad, creía que por ser tan hermosa era superior a los demás, mirando casí siempre con desdén a las otras personas, particularmente a aquellas que no habían tenido la suerte de ser tocadas por la belleza. Fue así que aquella detestable actitud de Mary consiguió que, con el tiempo, la envidia que las chicas del pueblo le tenían acabase por transformarse en una peligrosa combinación de celos y odio.
En su crueldad, Mary Ann encontraba un gran deleite en amargarle la vida a una chica jorobada de nombre Elizabeth: la trataba con apodos, le lanzaba bromas denigrantes, la dibujaba, entre otras cosas…Y todo eso durante años. Un día cruzó los límites y humilló fuertemente a Elizabeth delante de Robert, el chico que Elizabeth amaba. Esa noche Elizabeth lloró y juró que ya había sufrido demasiadas humillaciones y que era hora de hacer justicia y vengarse de Mary Ann. Quería hacerle algo horrible sin importar las consecuencias, algo que le haga pagar por haber adoptado por tanto tiempo la actitud aborrecible de la niña mimada en la que se había convertido…
Tres días más tarde Elizabeth fue arrestada después de lanzar una sartén de aceite hirviendo al rostro de Mary. Mary Ann sobrevivió, incluso conservó la vista…pero el precio fue muy alto, tan alto que ella habría preferido morir: su rostro angelical quedó tan desfigurado por la severidad de las quemaduras que parecía el de un monstruo infernal, su pecho y su cuello habían quedado en un estado lamentable y había perdido una buena parte de su dorada cabellera.
Dicen que la primera vez que vio su nuevo aspecto estuvo toda la noche gritando, y que entró en una crisis nerviosa tan terrible que sus alaridos estuvieron resonando por gran parte de Tetbury hasta casi entrada la mañana. Jamás volvió a ser la misma: se había transformado en un ser traumatizado y atormentado.
Pasaba todo el tiempo encerrada en su casa, no permitía visitas. Cubrió con viejas sábanas todos sus espejos para así evitar el suplicio de mirar su horrendo aspecto. Pasaba horas enteras peinándose el poco pelo que le quedaba mientras se repetía una y otra vez que era la chica más bella del pueblo. Cuentan que si pasabas cerca de su casa podías casi siempre oírla sollozar, incluso dicen que a veces por las noches se ponía a gritar como loca. Con el tiempo fue enloqueciendo cada vez más, aunque no permaneció mucho tiempo mas entre los vivos, ya que después de que perdiera su belleza: un día, incapaz de seguir aguantando su suplicio, Mary destapó uno de sus espejos y, al ver su monstruosa imagen, comenzó a gritar, rompió el espejo y luego se cortó las venas con uno de los pedazos del afilado cristal…
Pasados unos días se encontró su cuerpo desangrado encima de los pedazos del espejo. Cuentan que nadie acudió a su funeral, el odio y envidia que había despertado en vida la habían dejado sola en sus últimos momentos.
Con el paso de los años empezaron a nacer extraños rumores en Tetbury: se decía que el espíritu de Mary Ann estaba penando y que hasta se podía invocar. Todo lo que había que hacer era estar solo en tu casa de noche, escribir el nombre de Mary Ann en un espejo y luego acostarte. Supuestamente, a la mañana siguiente encontrarías el espejo roto y verías que tu reflejo ha desaparecido para siempre, y en su lugar aparecerá el rostro quemado de Mary Ann en cada espejo a tu alrededor, el espíritu te estará vigilándo desde el más allá mientras se peina su raída melena…
En un comienzo creerás que se trata de alucinaciones pero luego la verás cada vez más: en el cristal de la ducha, en el vidrio de la ventana, en la pantalla del ordenador, en tus sueños… Mas solo tú podrás ver el rostro aterrador de Mary Ann, nadie más lo verá y si lo cuentas los demás pensarán que estás loco y al final tarde o temprano acabarás tan trastornado como la propia Mary Ann…
Seguirás viéndola hasta que un día te hartes y rompas uno de los malditos espejos en que Mary Ann te observa peinándose. Pero cuidado: el día que hagas eso, ten por seguro que morirás, ya que Mary Ann enfurecerá y mientras duermes poseerá tu cuerpo y te obligará a suicidarte cortándote las venas con los afilados restos del espejo igual que ella se quitó la vida abandonando su sufrimiento en este mundo…



Se dice que entre los hermanos gemelos hay un vínculo tan especial que cuando le sucede algo a uno de ellos el otro puede sentirlo. Un caso extremo es lo que les sucederá a las niñas de esta escalofriante leyenda urbana…
Había dos hermanas gemelas que se llevaban muy bien, como si hubiesen nacido siendo amigas: nunca se peleaban, rara vez discutían, compartían todo lo que podían, tenían las mismas aficiones y aversiones y hasta vestían parecido.
Toda su vida habían estado en un barrio tranquilo, una zona residencial algo alejada del ajetreo propio de tantas partes de la urbe. Aunque ahora por razones laborales, su madre les había dicho que debían mudarse a una zona distinta de la ciudad, una parte en la que había mucha más actividad y en consecuencia debían tener más cuidado.
Llegó así un día en que llamaron a la madre del trabajo y, a diferencia de tantos otros días, las niñas debían cruzar solas una calle bastante transitada. Como habían atravesado esa calle cientos de veces junto a ella, la madre pensó que podía despreocuparse de sus hijas y les dijo que tenía que irse rápido y que ellas podían cruzar solas sin problema siempre y cuando miren a uno y otro lado y estén bien atentas a los automóviles.
Las niñas siguieron el consejo de la madre y esta siguió su rumbo dándoles la espalda; pero, ni bien hubo caminado un par de metros, oyó un ruido espantoso, algo parecido al ruido que hace un coco al quebrarse.
Eran sus hijas, tendidas sobre el pavimento con las cabezas aplastadas y los cerebros  desparramados junto a esquirlas de hueso. A lo lejos un camión huía a toda velocidad,  el conductor probablemente distraído con el teléfono o quizás tras haberse tomado un par de copas a la hora de la comida, las arrolló sin tan siquiera reducir su velocidad. El imprudente conductor al sentir los cuerpecitos aplastarse bajo las ruedas del camión aceleró y no solamente no las auxilió, si no que además puso en peligro a otros conductores que pudieron sufrir un accidente al cruzarse con él en su desesperada huída.
Por desgracia todo el mundo quedó tan conmocionado que nadie tuvo tiempo de apuntar su matrícula por lo que escapó impune.
La madre lloraba desconsoladamente en medio del tráfico detenido, gritaba y agitaba sus cuerpecitos como esperando que se levantaran de nuevo y le ofrecieran una de sus sonrisas. ¿Cómo podría superar la pérdida de sus angelitos de tan solo ocho años?
Dicen que el tiempo es el mejor remedio y así fue… Era joven, tenía apenas unos 28 años y un par de años después, se quedó de nuevo embarazada. Casualidades del destino tuvo otra vez gemelas: el problema es que no lograba olvidar del todo a sus hijas fallecidas, sobre todo porque de alguna u otra forma sus nuevas gemelas —que ahora tenían justo la edad en que murieron las anteriores— le recordaban a sus primeras hijas.
Tenían tantas cosas en común que algunas veces incluso se equivocaba de nombre al llamarlas y estallaba en lágrimas al recordarlas…
Pero esta vez por nada del mundo descuidaría a sus pequeñas. Las tenía terminantemente prohibido cruzar la calle solas.
Un día sin embargo vio que mientras jugaban en el parque cerca de su casa se estaban acercando demasiado a la calle y, aterrorizada, les gritó para que se detuvieran, a lo cual ellas respondieron al unísono:
—No pensábamos cruzar, ya nos atropellaron una vez aquí y no volverá a ocurrir…


Cuenta la leyenda que en una peligrosa carretera entre montañas un autobús sufrió un accidente muriendo todas las personas que en él viajaban. Desde entonces dicho autobús circula de noche y aquel osado que atreva a montarse en él…
De la ciudad de Toluca a la ciudad de Ixtapan de la Sal, anteriormente era obligado transitar por una carretera bastante sinuosa y peligrosa, pues bordea un precipicio sumamente profundo casi vertical y de roca sólida. Actualmente existe una autopista.
 Un día de tantos un autobús partió de Ixtapan de la Sal con rumbo a Toluca. El viaje era de lo más normal aunque circulaba por la noche, muchos de los pasajeros habían hecho ese viaje varias veces así que aprovechaban para dormir. El autobús inició el viaje lleno, subió por la cuesta sin problemas cuando comenzó a llover, como tantas veces en esa parte del camino, entonces alcanzó el punto más alto y luego inició el descenso e iniciaron las famosas curvas de Calderón, un tramo de carretera, en el cual las curvas son sumamente cerradas y peligrosas, además se caracteriza porque sin importar si se va a Toluca o se viene de ella esa parte es de bajada, pues es parte de una hondonada bastante grande y donde hay un puente en el cual sólo cabe un auto y está además al salir de una curva muy cerrada.
 En ese puente han ocurrido accidentes muy graves y muchos de ellos mortales, está tan hondo que a no ser por la cantidad de piedras afiladas a los lados, fácilmente podría sujetarse un “bungee”. El autobús en cuestión inició su descenso, con lluvia y por supuesto el pavimento mojado. De repente los pasajeros se percatan de que el autobús está ganando velocidad y se asustan, reclamando al conductor, quien no dice nada en absoluto, entonces sumamente nervioso al fin atina a decir:
¡¡¡Están fallando los frenos!!!
 En poco tiempo el autobús toma tanta velocidad que es imposible controlarlo y en una curva el autobús se precipita al vacío, muchos mueren instantáneamente a causa del golpe, otros yacen inconscientes, hasta que el autobús se incendia y en poco tiempo es consumido por las llamas. Nadie escuchó los gritos de los pocos pasajeros que pedían ayuda y todos mueren de una forma horrible.
 Mientras tanto en las oficinas de la central de autobuses no reciben el reporte de que el autobús número 40 de esta línea de autobuses haya llegado, está demasiado atrasado y era el último de la noche de modo que si se averió, no habrá otro que lo alcance y pueda traer a los pasajeros, de modo que se envía un vehículo a investigar. No parece haber rastro de él en todo el trayecto, al menos no hasta llegar a las curvas de Calderón, donde una patrulla de la policía ha localizado un terrible accidente. No hay supervivientes y los cuerpos están unos destrozados fuera de lo que quedó del autobús y otros calcinados dentro del mismo.
 Sólo fue noticia por poco tiempo, pero a partir de esa fecha y por las noches si te encuentras en la carretera de Ixtapan de la Sal, con rumbo a Toluca por la noche e intentas subir a un autobús, es posible que sea el número 40 el que se pare y te abra la puerta. Al abordarlo notarás que es un autobús antiguo, pero en buenas condiciones, y como algunas líneas de autobuses usan vehículos no tan nuevos, no te importará mucho, pero entonces te percatarás de que aún cuando va lleno, con personas de pie, hay siempre un lugar vacío, o dos o tres, siempre de acuerdo con el número de personas que se acaben de subir. Nadie ocupa esos asientos así que te sientas aún cuando te parece raro, y sientes un vacío en el estómago. Te percatas de que a pesar de la hora nadie va dormido, mujeres hombres y niños van despiertos, pero nadie habla, ni siquiera los niños, es un silencio pesado, además todos van bien arreglados ¿Por qué? Nadie lo sabe.
El auxiliar del chófer quien revisa los billetes (o te cobra el pasaje) comienza pocos minutos después a revisarlos, preparas el importe de tu pasaje pero, jamás pasa a tu lugar para solicitar el costo, eso es aun más raro, pero piensas que al bajar en la terminal pagarás.
 Llegas a Toluca sin contratiempos, pero pasada la media noche, entonces el chófer detiene la unidad antes de llegar a la Terminal y te dice que debes bajar en ese momento, aunque el trayecto no ha acabado y no entiendes la razón obedeces. Entonces al llegar a la altura del chófer, el único que habla, y al intentar pagar tu pasaje, te dice que no es nada y añade:
 “Baja ahora y no te gires antes de que cierre la puerta o jamás dejarás el autobús”.
 Quienes obedecen, bajan y no se giran, si no hasta que se escucha el sonido de la puerta al cerrar y el motor del autobús arrancar, sólo para darse cuenta de que no hay autobús, este mismo ha desaparecido. Los desobedientes al bajar y girarse ven el autobús hecho pedazos, dentro esqueletos descarnados y el chófer mirándote sin decir nada. El autobús desaparece y la persona en cuestión muere unos días después.
 Se dice que a partir de ese momento su fantasma sube al autobús y viajará eternamente en él por causa de su desobediencia. Si por casualidad algún día viajas a Ixtapan de la Sal y de regreso tu auto no funciona, no te arriesgues, si es de noche, a subirte a un autobús, quizá sea el número 40.
Si es así sólo obedece las instrucciones de ese modo podrás contarlo, de lo contrario serás condenado a viajar por esa ruta en ese autobús por la eternidad…
Leyenda escrita por: heavenly hell



Algunas de las leyendas urbanas más comunes tienen en común el factor de un grupo de jóvenes que retan a alguno de sus miembros a realizar una invocación. Siempre aparece algún “valiente” para demostrar que no tiene miedo y se ofrece a desmentir la leyenda. El resultado suele ser fatal.
Unos amigos se reunieron aprovechando las fiestas navideñas para compartir una noche de alcohol y risas en mitad de un descampado. Como es habitual en este tipo de reuniones sin saber como empezaron a contar historias de terror y leyendas que conocían. Un par de ellos escuchaban asustados las escalofriantes historias que se contaban, pero la mayoría que ya llevaba un par de copas de mas, aprovechaban para bromear y tratar de asustar con un grito o saltando sobre los amigos cada vez que la narración hacía un silencio.
Sin embargo cuando Alberto comenzó a contar su leyenda todos se quedaron como petrificados:
“En Nochebuena, justamente a las 12 de la noche, el Diablo hace la inspección en la Tierra, la única en el año, así que si queremos verle tiene que ser ese mismo día a esa misma hora. Vete al baño, puesto que es el lugar más propicio para realizar el evento, y cierra la puerta. Enciende 12 velas, a poder ser negras, apaga la luz y sitúate enfrente del espejo. Cuando quede poco para que sean las 12, cierra los ojos y mantenlos cerrados hasta que quede sólo una campanada de las doce que deben sonar. En ese momento el Diablo se aparecerá en el espejo sólo durante un segundo”

Tras terminar su historia nadie sabía que decir, los envalentonados muchachos estaban realmente asustados porque sabían que con las fuerzas del más allá no se debe bromear y la figura del Diablo siempre ha sido una de las más temidas desde el comienzo de la humanidad.
Pero para Pablo era el momento perfecto para hacerse el machito, siempre había sido un segundón en el grupo y nadie le tomaba en cuenta por lo que era el momento perfecto para hacerse el valiente:
“¡Eso es mentira y yo lo puedo demostrar cuando quieras!”
Todos se giraron a mirarle y rápidamente Alberto contestó:
- ¿Si tan valiente eres por qué no lo probamos? Dentro de un par de días será Nochebuena, yo mismo pongo las velas. Pero si te echas atrás te tendrás que comer las doce velitas delante de todo el grupo en año nuevo.
-Ok, pero si lo hago y te demuestro lo contrario ¡Quien se comerá las velas serás tú por bocazas!
El grupo se rió y pasados unos minutos todo parecía haber quedado olvidado, pero para Alberto eso había sido un desafío a su autoridad como el líder del grupo y no iba a quedar así. Por lo que un par de días después se presentó en la casa de Pablo con una bolsa que contenía doce velas negras, una biblia satánica que le había prestado un amigo gótico de su hermana, un pentagrama con la cabeza de un carnero y una cámara capaz de grabar en la oscuridad que su padre guardaba en uno de los armarios como si fuera de oro.
Su intención era que cuando Pablo viera lo “completo” de su ritual de invocación se echara atrás y le pidiera disculpas pero lo que no se podía esperar es que el chico reafirmado en su intención de hacerle comerse las velas frente a todos en la fiesta de Año Nuevo bromeara sobre el tamaño de estas:
- ¿Qué pasa Alberto que no las había más grandes? ¿Tanto miedo te da tragártelas delante del grupo que has ido a comprar velas de cumpleaños?
- Tú tranquilo Pablito que cuando te cagues del susto al menos las llamas de las velas ocultarán el olor.
Alberto entró en la casa de Pablo y sin dirigirle ni una mirada mas pasó al baño de su habitación.
Tal y como había visto en varias páginas de invocaciones que había encontrado en Internet colocó cinco de las velas en cada una de las puntas del pentagrama, cuatro de ellas a los lados del espejo y las tres restantes junto a la biblia satánica que intencionadamente dejó abierta por una página en la que había una especie de invocación  o ritual. La escena del cuarto de baño con el pentagrama iluminado únicamente por la luz de las velas era digno de una película de terror y Pablo a pesar de tener que hacerse el valiente sintió como se le encogía el estómago al pensar que tenía que entrar solo para realizar la invocación.
- Bueno chaval hasta aquí puedo estar yo en el baño- dijo Alberto con voz socarrona – por si te echas atrás en el último momento y abres los ojos antes de tiempo te he colocado una cámara de vídeo ¡Mucha suerte, espero que la leyenda no sea cierta porque de lo contrario no creo que lo cuentes! – dijo intentando darle aún más miedo – Yo te espero aquí fuera para que no te de por salir corriendo.
Pablo se encontraba dentro del baño con la luz apagada, faltaba menos de un minuto y ya sentía como las gotas de sudor le caían por la frente. Una cosa es hacerse el chulito delante de todo el mundo pero otra era encontrarse con ese escenario aterrador y disponerse a invocar al mismo Diablo por una apuesta. Sin embargo reunió todas sus fuerzas para no salir corriendo y cuando Alberto le avisó cerró los ojos.
Pocos segundos después escuchó la primera campanada del reloj que tenían sus padres en el salón, el miedo que tenía y el silencio era tal que cada una de ellas parecían sonar cada vez más lentas. Al tener los ojos cerrados no percibió que con cada campanada se apagaba una vela, como si el mismo Diablo estuviera consumiendo cada una de ellas al ritmo necesario para que se apagaran simultáneamente a cada uno de los “clang” del reloj. Al sonar la campanada número once, tal y como le había indicado Alberto, Pablo abrió los ojos…
Alberto al otro lado de la puerta del baño esperaba que Pablo se echara atrás y saliera en cualquier momento, pero tras sonar la última campanada todo quedó en silencio. Llamó a su “amigo” pero no obtenía respuesta, ya había transcurrido más de un minuto y Pablo no salía así que decidió abrir la puerta. Al abrirla todo estaba a oscuras y sólo se escuchaba una respiración ahogada en el suelo, un fuerte olor a azufre inundaba el lugar y Alberto sintió que algo iba mal. Encendió la luz del baño y se encontró al otro chico con la cara desencajada del miedo mientras se llevaba fuertemente la mano al pecho.
De puro terror había sufrido un ataque al corazón y lo único que alcazaba a decir era:
“Lo he visto, lo he visto”
Al llegar al hospital los médicos no salían de su asombro, el corazón parecía estar bien y perfectamente recuperado, no obstante el chico se encontraba en una especie de shock y no hablaba con nadie, salvo para repetir una y otra vez que “lo había visto”.
Días después salió del hospital perfectamente recuperado, al menos físicamente ya que nunca volvió a ser el mismo, se convirtió en una persona asustadiza y retraída que frecuentemente se quedaba pensativo y en silencio a mitad de una conversación.
Alberto por su parte nunca se atrevió a ver lo que contenía la cinta y decidió tirarla a la basura junto a los objetos que se habían usado en la invocación. Quien sabe si algún día alguien la encontrará y podrá presenciar que fue lo que vio Pablo antes de que se apagara la última vela. Por su parte Pablo sabe que volverá a ver al Diablo el día que muera, ya que éste vendrá a reclamar su alma en persona.


Un chico recibe en su casa la visita de un cura que dice haber sido llamado para administrar los santos sacramentos a una persona a punto de morir. El joven, que vive solo, está a punto de echar al cura cuando éste ve algo…
Circula en Estados Unidos, a modo de leyenda, la siguiente historia:
Después de dar la misa, un sacerdote católico se encaminó hacia un apartamento ubicado en un viejo edificio del centro de la ciudad. Medianamente alto, con la pintura descascarada y las verjas de las ventanas carcomidas por el óxido. El edificio ubicado en un barrio marginal, muy conocido por ser hogar de traficantes, prostitutas y drogadictos, era todo lo opuesto a un lugar alegre y acogedor, sobre todo bajo un cielo gris como el que en aquel momento lo cubría.
Tras tocar repetidas veces el timbre, el sacerdote pudo escuchar la proximidad de unos pasos y entonces la puerta se abrió: era un joven desaliñado y ojeroso, con cabello abundante, sucio y desordenado. Su expresión no era precisamente afable: en ella se revelaba la actitud de quien está fastidiado y cansado de la vida, de quien guarda una añeja amargura y un desencanto generalizado hacia todas las cosas. Y el vicio, aquel joven parecía haber envejecido interiormente a causa de diversos vicios: alcohol, drogas, mujeres … Además tenía cara de haberse acabado de despertar por los sonidos del timbre y, pese a parecer asombrado por la visita del cura, no se veía de ningún modo complacido en tal visita…
—    ¿Qué quiere? —preguntó el joven con sequedad
—    Me han llamado para administrarle los últimos sacramentos a un moribundo.
—    Creo que le han tomado el pelo. Aquí sólo vivo yo
El padre dudó por un momento, bajó la cabeza de forma pensativa y preocupada y luego, justo cuando volvía a alzar la mirada para disculparse con el joven e irse, vio algo en el oscuro pasillo que lo asombró e instantáneamente le hizo convencerse de que no había ninguna broma de por medio y que simplemente el joven era un inconsciente sin deseos de ayudar.
—    No, joven, aquí no hay ninguna broma. Quizá usted no entiende la importancia del asunto o tiene cierta antipatía por la Iglesia y los sacerdotes. Igualmente, lo único que le pido es que tenga consideración hacia la mujer amorosa y cristiana que por la mañana me suplicó que viniese acá. Tengo que cumplir lo antes posible con mi misión. Con su permiso.
Tras decir eso, el sacerdote apartó al joven de forma suave pero firme y determinada. Una vez dentro, vio en la mesita del recibidor un retrato junto al cual yacía un ramo de flores secas y marchitas. En el retrato se veía a una mujer mayor con ropa negra de luto, un gran crucifijo en el cuello y un rostro cuya mirada y expresión delataban bondad pero también un profundo envejecimiento ocasionado mucho más por el sufrimiento que por el paso de los años: era la mujer que había solicitado la visita del sacerdote.
—    ¿Ve el retrato de la mesita? Esa es la mujer que me pidió venir.
—    P… ¡pero qué dice! ¡Eso es imposible! ¡Ella es mi madre y está muerta hace años!
Al joven lo sacudió un escalofrío. Gotas de frío sudor empañaban su frente y su brazo derecho temblaba ligeramente mientras sostenía el retrato de la mujer frente a su rostro nervioso y sufrido. Pero el sacerdote parecía tranquilo, inmutable, como si algo en la conversación que tuvo con la mujer del retrato le hubiese hecho intuir que aquella no era una conversación normal, que algo misterioso había allí. Sereno, miró al joven y le dijo:
—    Hijo, quizá esto sea una especie de aviso de que debes guiar tu vida al sendero de la rectitud, tu madre está velando por ti y sufriendo desde el cielo por tus faltas.
Al oír eso el joven puso cara de no entender; mas, pasado un momento, en sus ojos surgió un destello de comprensión súbita, angustia y temor. Él lo sabía, sabía que el cura no mentía y que su madre le había hablado. Pero su madre estaba muerta: él era quien habría de morir, y muy pronto… Su madre aún cuidaba de él y no quería que muriese con una lista tan larga de pecados sin perdonar. ¡Debía confesarse y recibir la comunión, debía arrepentirse para ser perdonado y no caer en la oscuridad eterna del Infierno!
Por un momento el joven lloró conmovido por el amor de su madre y el impacto que representaba saber que sí existía aquel mundo espiritual del que tanto había dudado y al que tanto había despreciado. No había pisado una iglesia desde niño, pero lo que estaba viviendo le convenció de que era tiempo de cambiar y reconciliarse con Dios aunque fuera en sus últimos momentos…
Tras varias horas dialogando con el sacerdote sobre su vida, su madre y como ella enfermó de tristeza cuando él se metió en las drogas. Un sufrimiento que la llevó a morir sola y repudiada por su único hijo que estaba más preocupado por lograr su dosis diaria que por atender a una pobre anciana que se desvivía por ayudarle. El chico profundamente arrepentido y desecho en lágrimas se confesó al párroco quien le absolvió de sus pecados y le dio la comunión. Al irse el cura, el joven regresó a su soledad con una mezcla de alegría por haber sido liberado y temor.
Falleció esa misma noche mientras dormía,  de forma repentina e inexplicable. Dicen que fue un paro cardíaco, pero es sabido que los médicos suelen diagnosticar eso cuando no saben a ciencia cierta qué pasó. En todo caso, lo importante es que el joven murió en paz y totalmente limpio de cualquier droga y pecado. En su velatorio, quienes lo conocían se sorprendieron porque el joven, mientras vivió, jamás mostró una sonrisa tan dulce y serena como la que, antes de partir, dejó grabada en su rostro.
NOTA: Esto es lo que se podría denominar una leyenda evangelizadora, realmente no podría catalogarse como “urbana” debido a que es probable que fuera inventada en algún foro cristiano o como parábola moderna del amor infinito de las madres, que incluso desde la otra vida son capaces de velar por sus hijos. En todo caso su difusión y transcendencia fue tal que incluso en un periódico estadounidense fue publicada como si fuera cierta.

Cuenta la leyenda que una mujer que regresaba del trabajo en un autobús a altas horas de la madrugada se quedó petrificada al ver como dos hombres ayudaban a subir a un mujer que parecía inconsciente. Aunque en realidad…



Un autobús de servicio nocturno hacía su ronda por el centro de la capital, aunque en fin de semana solía ir lleno de jóvenes que regresaban de fiesta, entre semana el transporte no llevaba a mas de tres o cuatro personas en cada viaje.

Sandra era una de esas trabajadoras noctámbulas que terminaban su jornada laboral al amanecer, pero hoy había tenido suerte y se pudo escapar un par de horas antes de la empresa donde trabajaba como teleoperadora. Mientras subía al autobús iba pensando que con  un poco de suerte podría dormir del tirón y levantarse a una hora “normal”, como el resto de sus conocidos, para pasear por el parque a la luz del sol. Como echaba de menos hacer vida diurna, pero por desgracia su trabajo por la noche era agotador y en más de una ocasión los jefes les obligaban a hacer unas horas extras, que por supuesto no se reflejaban en su sueldo.
El conductor de la ruta ya era un habitual, pero la verdad es que Sandra no era muy dada a hablar con desconocidos por lo que al “picar” su billete intercambio una sonrisa con él y continuó avanzando. Sentada en la parte central del autobús, luchaba contra el sueño mientras trataba de mantenerse despierta, no quería pasarse de su parada y acabar en la otra punta de la ciudad. Como casi siempre el transporte estaba casi vacío, sólo un chico con aspecto de universitario escuchando música con su ipod mientras ojeaba cientos de hojas de apuntes.
Sandra miraba aburrida por la ventana cuando sintió que el autobús se detuvo a recoger otros pasajeros. Dos hombres subieron colgando de sus hombros a un mujer que parecía inconsciente, muy probablemente se hubiera pasado con la copas y sus amigos la estuvieran llevando a casa, era el pan nuestro de cada día durante el fin de semana pero un martes era más extraño ver un espectáculo como aquel.
Los hombres avanzaron de lado por el pasillo mientras la mujer parecía envolver con sus brazos el cuellos de sus acompañantes, sin duda estaba totalmente inconsciente porque arrastraban sus pies por el suelo con cada paso que daban hasta el fondo del autobús. Una vez allí se sentaron en la última fila uno a cada lado de la mujer. Su aspecto desaliñado y el pelo cubriendo su cara impedían ver si se encontraba bien. Pero Sandra que no tenía mucho más que hacer lanzaba miradas furtivas a los extraños compañeros de viaje.
Los tres se mantenían en silencio y los hombres parecían un tanto agitados, probablemente por tener que cargar a cuestas a la mujer, que francamente tenía unos kilitos de más, cuando descubrieron que Sandra les miraba continuamente le lanzaron una mirada tan fría e intimidatoria, y se dijeron algo el uno al otro que no alcanzó a escuchar. De inmediato bajó la cabeza y asustada no se atrevió a mirar de nuevo hacia atrás.
Pero pasados unos minutos su curiosidad pudo a su miedo y se acordó que tenía un set de maquillaje en el bolso, sacó un pequeño espejito y empezó a buscar el ángulo para mirar que hacía el trío sin ser descubierta. Los hombres estaban distraídos mirando por las ventanillas como intentando descubrir donde estaban o buscando algún lugar. La mujer que ya no estaba rodeando con los brazos los cuellos de sus acompañantes y se había recostado en el asiento, parecía que se había despertado y  miraba hacia ella. Sandra aprovechó que los hombres no podían verla para girarse a mirar a la mujer.
Casi se cae al suelo del susto cuando vio la cara de la mujer con la boca totalmente abierta y los ojos como platos mientras la miraba, nuevamente agachó la cabeza y se giró al frente. El aspecto de la mujer la había dejado impactada, la miraba como con ojos de terror y tan fija y fríamente que parecía una muñeca. Sin poder evitarlo miraba por el espejo qué sucedía una y otra vez, pero la mujer no dejaba de mirarla, inmóvil.
Mientras se giraba nuevamente a ver que sucedía sintió una mano en el hombro que casi la mata del susto, era el chico del ipod que se había levantado mientras ella estaba distraída. Con una cara de miedo que Sandra nunca podrá olvidar la miró y la susurró al oído.
“Bájate conmigo en esta parada y por lo que más quieras no mires a la gente que está sentada detrás”
Sandra sintió algo en su tono de voz que no le hizo dudar que el chico estaba muerto de miedo y debía obedecerle. Ambos bajaron en la siguiente parada, con la cabeza agachada y sin mirar a los extraños personajes que se habían sentado en la otra punta del autobús.
El autobús continuó su viaje y cuando sintieron que ya se había alejado lo suficiente el chico se giró hacia Sandra y le dijo:
“Esa mujer estaba muerta, esos locos la llevaban como si estuviera borracha o desmayada pero estaba muerta, estoy estudiando medicina y te puedo asegurar que presentaba claros indicios de rigor mortis. Estaba totalmente rígida y tenía la cara y las manos moradas. Esos psicópatas la llevaban paseando por la ciudad como si tal cosa. Tenemos que llamar a la policía”

NOTA: Esta leyenda urbana es posiblemente una de las que más tintes de verdad puedan tener de las que hemos puesto hasta ahora. La idea de que cualquiera a nuestro alrededor se puede ocultar en la oscuridad y soledad de la noche para disfrazar un crimen es por desgracia mucho más común de lo que pudiéramos pensar. Y sin duda el momento propicio para “deshacerse” de un cadáver es a altas horas de la madrugada cuando no hay casi nadie por las calles.

Los Guardianes de las Catedrales: las Gárgolas

Las Gárgolas nacen en la antigua Grecia donde eran seres mitológicos con cabeza de león y alados que prestaban al hombre ayuda y protección. Se decía que pertenecían a una raza guerrera que fue creada para ayudar al hombre en las horas nocturnas, cuando era más indefenso. Es por esta causa por lo que a la luz del día las gárgolas están inanimadas, para volver a la vida a la caída del sol y, de esta forma realizar su labor protectora.

A diferencia de otros seres mágicos, las gárgolas necesitaban también la protección del hombre, puesto que al estar indefensas en las horas diurnas, podían ser destruidas. De esta forma el hombre y la gárgola hicieron una alianza que, por desgracia, fue destruida por el hombre al traicionar a sus alados amigos.

Este mito se perdió durante siglos para reaparecer en la Edad Media como custodios de iglesias y catedrales contra el mal y los demonios.

El nombre de Gárgola proviene de una antigua leyenda francesa. Se contaba que existía un dragón conocido bajo el nombre de La Gargouille de cuello largo, boca alargada provista de potentes mandíbulas y alas membranosas que vivía en una cueva cercana al río Sena.

La Gargouille tenía aterrorizada a la población, creaba el caos y destrucción por donde pasaba, se alimentaba de seres humanos, destruía con el fuego de su aliento todo aquello que se interponía en su camino, destrozaba y hundía barcos, y, también, escupía una inmensa cantidad de agua que provocaba inundaciones.

Para aplacar su ira, los habitantes del cercano Rouen le ofrecían cada año un sacrificio humano, normalmente el sacrificado resultaba ser un criminal ya condenado que de esta forma pagaba sus delitos. Cuando no había condenados que sacrificar se le entregaba una doncella, cosa que gustaba mucho más al dragón.

Un sacerdote cristiano llamado Romanus, en el año 600, llegó a Rouen proponiendo al pueblo librarles del dragón a cambio de ser bautizados en la fe cristiana y construir una iglesia para el culto. El pueblo por supuesto aceptó.

Así, Romanus equipado con los elementos necesarios para un exorcismo (campana, vela, libro y cruz) acompañó al reo que iba a ser entregado al dragón. Dominó al monstruo con la sola señal de la cruz, transformándolo en un ser dócil que se dejó atar con una cuerda.

La Gargouille fue quemado en la hoguera, a excepción de su cabeza y su cuello que, como estaban acostumbrados a las elevadas temperaturas de su aliento no ardían, en vista de lo cual, se decidió montar la cabeza sobre el ayuntamiento para que sirviera de recordatorio de los malos momentos que se habían vivido y como señal de advertencia.

Esta leyenda viene a explicar tanto el origen de la palabra gárgola como el porqué las gárgolas de las catedrales eran usadas como sumideros de agua, evitando la erosión de la pared, al estar ubicadas en las cornisas de las iglesias y catedrales medievales. Los primeros ejemplos góticos de gárgolas son las que se pueden observar en la Catedral de Lyon y en la Catedral de Notre-Dame de París.

El rasgo distintivo de las gárgolas góticas es que nunca son bellas, son intencionadamente horribles, grotescas o irónicas. Las gárgolas eran algo más que una decoración funcional, si bien su significado profundo permanece aún sin determinar. Entre las numerosas que pueblan los edificios medievales no se han podido encontrar dos iguales, demostración de la extraordinaria imaginación de sus constructores. La gran variedad, tanto en formas como en significados, va en contra del uso típicamente medieval, esto es de por si extraño; es evidente que debía haber un mensaje transmitido a través de las gárgolas. Es por ello que encontramos gárgolas no sólo en iglesias y catedrales, sino también en edificios seculares y casas privadas.

Son muchas las explicaciones que se han intentado buscar, a lo largo de los siglos, para explicar el significado oculto de las gárgolas. Se han visto como símbolos de lo impredecible de la vida, pues nunca representan especies animales conocidas.

En otros casos, se ha dicho que son las almas condenadas por sus pecados, a las que se impide la entrada en la casa de Dios. Esta podría ser una interpretación apropiada, especialmente, para las gárgolas más visibles y terroríficas, que pueden servir como ejemplo moralista de lo que puede ocurrirle a los pecadores.

De todas las explicaciones posibles, la más aceptada es aquella que nos habla de ellas como guardianes de la Iglesia, signos mágicos que mantienen alejado al diablo. Esta interpretación puede explicar el porqué de tan diabólicos y espantosos aspectos y su ubicación fuera del recinto sagrado.

Entre las posibles interpretaciones que se han atribuido a las gárgolas destacan aquellas que las asimilan a representaciones del demonio, tan presente en el imaginario colectivo medieval, que recuerda al cristiano la necesidad de seguir los preceptos religiosos si quiere escapar del infierno.

Espero que cuando veáis a una de estas gárgolas tengan para vosotros un sentido diferente del que tenían anteriormente y que podáis imaginar que de noche despliegan sus alas para protegernos de las fuerzas del mal.



En un lugar lejano una pareja de novios se encontraba muy feliz en la orilla de un gran lago, se besaban, se abrazaban, reían, jugaban y todo era perfecto en ese momento para Daniel Alvandro y Aleja Palac. Esther la madre de Daniel no le agradaba la novia de su hijo, la odiaba con toda su fuerza, cuando hablaban las dos ella actuaba de manera hipócrita haciéndole creer que era buena suegra, pero era todo lo contrario; la señora Esther visitaba constantemente a un brujo al cual ella le entregaba prendas y cabellos de Aleja, para que este la maldijera y la alejara de su hijo para siempre. Un día soleado y tranquilo, Esther se entero de la noticia que casi paralizaría su corazón, su hijo adorado se casa con Aleja, ella al escuchar que Daniel le decía la noticia en compañía de Aleja en un restaurante elegante, agarró rápido la botella se sirvió mas champagne, de una sola bebida se tomo toda la copa, al terminar miró a Daniel, después a ella y mostró una sonrisa diciendo: los felicito, estoy muy contenta por ustedes. Corriendo rápidamente cruzó el bosque, entre nieblas y aullidos encontró la vivienda del brujo donde llegó y golpeó fuertemente la puerta, al abrir, la señora Esther con voz agitada dijo: necesito deshacerme de ella, aquí te traigo el vestido de novia que le voy a regalar a esa ingenua tonta. La pareja muy contenta paseaba los andenes del centro del pueblo, organizando hasta el más mínimo detalle de la boda, caminaron hasta llegar a un puente donde debajo de él, se encuentra un río que refleja el brillante sol que ilumina sus almas, ambos con cañas para pescar atraparon dos grandes peces, la armonía de su amor gira en sus alrededores, observaron juntos cuando se oculta el sol, apareciendo puntos brillantes en el cielo, bajo la luna se besaron y Aleja lo abrazó llorando diciéndole: te amo, gracias por llegar a mi vida. Al día siguiente Daniel Alvandro visitó la tumba de su padre en el cementerio, le cambió el agua del florero y lo adornó con nuevas flores. Daniel mirando la lápida con una lágrima bajando por su rostro le habla lo siguiente: Padre, que falta me haces, quisiera que estuvieses al lado mío en estos momentos felices de mi vida, me voy a casar y no estarás en mi boda físicamente, pero estarás presente en mi corazón, en mi mente y alma, nunca olvidare tus consejos, que descanses viejo, gracias por traerme al mundo a ser feliz. Al caer la noche, la luna es tapada por las nubes, Esther camina la oscura noche por medio del bosque, solo se escucha sus pasos entre las hojas secas de los grandes árboles. Llega a ese lugar de madera vieja descuidada donde vivía el brujo, empuña la mano y alza el brazo para tocar la puerta negra, cuando de repente abren la puerta saliendo el brujo cubierto de una tela gruesa de color gris, entregándole el vestido de novia, Esther lo toma y lo guarda en una gran bolsa plástica, el brujo le dice: todo está preparado, no está de más advertirte que toda acción tiene sus consecuencias, recuerda lo que paso con tu difunto esposo, querías su herencia y su dinero, con el conjuro de aguijón de escorpión este se desmayó ahogándose en la bañera, al fin de todo conseguiste tu objetivo tienes su herencia y su dinero, ahora alejaras esa mujer de la vida de tu hijo. Cuando ella este vestida de novia caminando por la iglesia pronuncia lo que está escrito en este papel, esto es el conjuro del sufrimiento, cumplirá tu deseo, ya puedes irte. Esther se saca unos cuantos billetes entregándoselos al brujo, ella da la espalda y se dirige con rapidez a la casa de Aleja Palac. Los ladridos de los perros avisaban que alguien está llegando a la casa de los Palac, Aleja abre la puerta y ve a la señora Esther, la hizo seguir de manera muy cordial ofreciéndole algo de tomar, la señora Esther después de abrazarla sonríe diciéndole: te tengo un regalo precioso. Saca el vestido de novia y Aleja se tapa la boca con las dos manos, está sorprendida de lo bello que es el vestido Aleja dice: es hermoso me lo mediré enseguida. La alegría enrolla a la novia esta se lo mide le queda perfecto y le agradece a la señora Esther por tal detalle. Todo está preparado, el pastel de bodas, el coche de los casados, las rosas, los violinistas que darán la bienvenida, los invitados, el sacerdote, la fiesta, la luna de miel, los trajes y los novios. El lugar está lleno de personas, Daniel Alvandro está esperando a la novia, se nota lo alegre y a la vez lo nervioso en su cara, todos están felices menos Esther que está ubicada en la primera fila. Se escuchan los pasos de los caballos acercándose a la entrada de la iglesia, se ve dos hermosos sementales blancos, un elegante coche de donde se baja Aleja Palac, todos se levantan para verla entrar a la iglesia, pisando los pétalos de las rosas que tiran los niños, ella camina al son de la música de matrimonio arrastrando esa gran cola del vestido, se acerca poco a poco al altar, mirando a su amado con sed de besarlo. Esther saca el conjuro y empieza a leerlo en voz baja: conjuro del sufrimiento, espíritu despierto, ánimas del desierto, escucha mi voz de aliento, al caso a mi pensamiento. Conjuro del sufrimiento, diabólico hambriento, fantasmas del mal adentro, apodérense del centro, del lugar donde me encuentro. Espíritu del sufrimiento, Aleja Palac te caliento, demonio tu furia la siento, tu coraje y calentamiento, almas del infierno abierto, fuego Aleja Palac tu rostro lo quiero muerto. Aleja Palac llega al altar, de repente una vela encendida se cae inexplicablemente de un candelabro ubicado en el piano, rodando hasta llegar a la cola del vestido de la novia, el fuego de la vela prende rápidamente la cola, como si el vestido estuviese mojado de gasolina, se enciende una gran llamarada, la iglesia se llena de gritos de sufrimiento y dolor, tanto de los asistentes como de la dolorida novia, Aleja corriendo de un lado para otro, los familiares, amigos y Daniel tratan de apagar el fuego, pero este arde como el infierno mismo, no se escucha a la novia gritar, esta cae en el altar con el velo en llamas y después se apaga el pequeño incendio. Un medico asistente le revisa sus signos vitales y dice que ella falleció, Daniel no lo puede creer, llora sin parar abrazando el cuerpo quemado de Aleja diciendo: no puede ser ella tenía 3 meses de embarazo. Esa noche al dormir Esther sintió su almohada algo mojada y pegajosa, miro su almohada y esta era un feto, esta asustada se da cuenta que la cobija es un velo de novia idéntico al del vestido de Aleja, de repente unas manos carbonizadas levantan el velo con el que Esther se cobijaba, atónita mira fijamente el rostro de la novia totalmente quemado, Esther abre los ojos, dilata la pupila y en un fuerte suspiro abre la boca donde la novia le da un beso y Esther muere de un paro cardiaco. El conjuro fue mal dicho porque este no nombro el hijo de la novia, esa alma perdida aparece a las personas cuando van a dormir, pero solo a las que leen, escuchan o dicen el conjuro del sufrimiento.


Esta leyenda es cierta, muy cierta. 
Se ha trasmitido de generación en generación a lo largo de los siglos, ha sido contada por los más ancianos del lugar, y ha perdurado hasta nuestros días... Es la leyenda de las brujas de la Laguna.
La historia transcurre en La Gomera, una pequeña isla, abrupta y montañosa, y con profundos bosques... una isla que emana misterio, y que guarda un secreto a voces. Hace muchos años atrás, en la isla no existían aún las carreteras ni ningún tipo de comunicación entre los pueblos, y las gentes vivían del campo y de la pesca. Cada semana un pescador llevaba los mejores pescados al campo para cambiarlos por las mejores carnes, o viceversa. Sin embargo, no era sencillo, pues los pueblos quedaban distanciados entre si, y para hacer el trueque había que atravesar el bosque. La gente siempre había temido el bosque, por la siniestra niebla que lo envolvía, que se deslizaba silbando entre los árboles, por su inquietante profundidad, por los sonidos que allí se escuchaban. Más de una vez la gente tenía que pasar de noche por aquellos parajes para llegar temprano por la mañana a su destino, y esto les inquietaba.
Se cuenta que una noche un campesino, montado a lomos de su burro, atravesaba el bosque. Estaba todo oscuro, hacía mucho frío y las ramas de los árboles golpeaban constantemente contra el hombre. De pronto el burro comenzó a rebuznar y a correr inquieto, y acabó por tirar al suelo a su amo. El campesino, asustado, corrió por el bosque sin parar, tratando de encontrar al animal, hasta que vio un resplandor entre los árboles, y oyó unas voces, como cánticos, a lo lejos....
Se acercó hasta que la luz era cada vez más fuerte y podía escuchar perfectamente voces de mujeres que cantaban, reían y hablaban de manera extraña. Escondido entre las ramas pudo contemplar como en un gran claro del bosque numerosas mujeres mayores, vestidas con túnicas negras y pintadas de manera extraña, corrían alrededor de una gran fogata, levantando y bajando las manos, gritando, cantando extraños ritos Eran brujas en un aquelarre!! De pronto oyó un rebuznar y vio como una de ellas decapitaba a su burro... La mujer clavó la cabeza del animal en un palo y danzó alrededor del fuego con ella, pasando el palo a las demás, mientras la sangre se deslizaba por el palo, y era absorbida por las hambrientas bocas de las brujas. Finalmente la lanzaron a las llamas y al instante el fuego desapareció absorbido por la tierra. Las brujas se sentaron en doce piedras, dispuestas en círculo alrededor de una piedra central, la de la bruja mayor. El campesino estaba hipnotizado observando el ritual cuando una mano se posó en su espalda. Se giró y vio como una de las bruja le echaba el aliento a la cara. El lo inspiró y sintió como una extraña niebla se metía en su interior, mientras la bruja le decía: “Todo aquel que conoce nuestro secreto, ha de morir”. Asustado echó a correr bosque abajo, y no paró hasta llegar al pueblo. 

Una vez allí, cayó al suelo desplomado por el esfuerzo. Los vecinos acudieron a socorrerle, y lo metieron en la cama, mientras el hombre no dejaba de hablar de lo que había visto. Pasadas unas horas el campesino murió.

A partir de entonces las gentes intentaban evitar pasar por el bosque, y cuando tenían que hacerlo siempre llevaban una hoja de laurel para evitar que se aparecieran las brujas. Hay muchas más historias sobre personas que han visto cosas extrañas en el bosque, y muchísimas son reales.
El bosque de la leyenda aún existe, y el claro donde antiguamente (y quien sabe si aún hoy en día) danzaban las brujas, llamado la “Laguna Grande”, también. En el se pueden ver las 13 piedras y una curiosa coincidencia: todo el suelo del bosque está lleno de hierba, excepto el círculo de piedras donde se dice que bailaban las brujas.


La palabra gnomo fue acuñada, en realidad, mucho más tarde. Fue el alquimista suizo Paracelso cuando publicó en 1566 su Tratado sobre los elementales, dedicado a ciertas gentes a los que no se les puede cortar el camino con nada, pues siempre hallarán una solución alternativa para seguir adelante. Gnomo significa “aprender”, “conocimiento”, “sabiduría”… pues la tradición atribuye a estos diminutos seres el conocimiento de los secretos de la Tierra y el Universo. Por esa razón, posiblemente, muchos magos, a lo largo de la historia les han utilizado en sus ritos de alta magia.
Lo sorprendente es que los testimonios de su presencia entre nosotros no se restringen a la antigüedad. Los gnomos han abandonado su condición de mito para mostrarse ante nosotros en plena era tecnológica. En Internet resulta fácil, por ejemplo, toparse con fotografías de origen dudoso encaminadas a verificar su presencia real en los bosques. Lamentablemente, a poco que uno bucea en su génesis advierte que se trata de burdos retoques fotográficos. En otros casos, paradójicamente, hay testigos detrás como las facilitadas por nuestro lector Santero Gustavo quien obtuvo unos inquietantes registros en el bosque, mientras disfrutaba de un día de campo en la provincia de Córdoba, Argentina. Tomó varias instantáneas en las que advirtió presencias extrañas. Al ampliarlas obtenemos, efectivamente, una llamativa figura humanoide que Gustavo interpretó como un elemental. Muchos objetarán con razón que se trata de imágenes difusas pero sorprendentemente hay otras evidencias de sus apariciones.
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ALGUNOS CASOS CONOCIDOS

Los gnomos del Montseny

Los sugestivos bosques del Montseny, en Barcelona, tienen tradición de estar habitados por estos “invisibles” espíritus, especialmente alrededor de los monumentos megalíticos. Eso puede deducirse, al menos, del hallazgo de dieciséis huellas halladas en las cercanías de la Pedra Gentil, en Vallgorgina, por el investigador catalán Pedro P.Canto. Sucedió el 2 de diciembre de 1989. Aquel día se hallaba en compañía de otras cuatro personas cuando descubrió impresas en el barro las huellas de unos diminutos pies. “Nos dispusimos a bordear aquella zona y a inspeccionarla –reza su cuaderno de campo-. El momento más emocionante fue cuando, en un paso cerrado por la vegetación, yo me puse a modo de parapeto para cubrir a la mujer y, de un empujón, casi la tiro al suelo. Allí, en la inmensa manta de hojas marchitas, descubrimos las increíbles pisadas de unos pies desnudos, de cuatro dedos y un talón, no tacón, y que medía nada menos que 10 centímetros” ¿A quién pertenecían?
Según explica Canto era claramente visible la curva interior de la planta y el llamado “monte Venus”. “En aquél mismo tramo –escribe- observé cuatro huellas de las mismas características y, en total, si incluimos el resto de las pisadas que observamos alrededor del dolmen, la suma ascendió a 16 pisadas”.
Dos de las personas que asistieron al descubrimiento eran zahoríes, es decir, radiestesistas que coincidieron en afirmar que de aquellas huellas emanaba cierta energía al provocar una fuerte oscilación en el péndulo. Con buen criterio Canto efectuó varias fotografías que curiosamente resultaron ¡veladas! ¿Cosa de los “duendes”?
En todo caso resulta curioso que las huellas y el fenómeno tuvieran lugar en las proximidades del dolmen pues, como hemos dicho la tradición asegura que debajo de estos megalitos se extienden numerosas galerías subterráneas que conectan las ciudades de estos diminutos seres.
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Por si fuera poco, una pareja de esta localidad catalana, afirma vivir desde hace años con un gnomo en casa. Fue tras el paseo de un grupo de amigos por los alrededores del dolmen. Uno de los integrantes recordó la leyenda de los gnomos del Montseny. Pepa, que así se llama la mujer, dijo en voz alta que no le importaría llevárselos a casa. Desde entonces empezó a notar cosas extrañas a su alrededor. Objetos que habían sido cambiados de sitio o, lo que resulta todavía más curioso, cuando cocinaba paella, plato que suele condimentar con un buen conejo, la carne desaparecía.
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Seres juguetones

Y es que los gnomos resultan muy juguetones con los objetos cotidianos, la comida y, especialmente, el tabaco. La tradición les muestra como fumadores de pipa pero como veremos no le hacen asco a los cigarrillos. Lo sabe muy bien Josep Cristina quien tiene el convencimiento de que en casa de su madre habita uno de estos diminutos seres. El cucharón o cualquier instrumento de cocina que utilizara aparecía siempre en la repisa del baño. “Un día vino a cenar un amigo a casa -muy escéptico, por cierto- y mi madre lo explicó. Él se reía de su historia hasta que quiso encender un cigarrillo. Había dejado su paquete de tabaco y el mechero encima de la mesa pero habían desaparecido de allí inexplicablemente”. Primero supuso que se trataba de una broma, que alguien se los había escondido, pero palideció al comprobar que se hallaban en la repisa del baño sin que nadie se hubiera levantado de la mesa ni ausentado del salón.
Cuando existe cierta preparación o se cumplen ciertas condiciones estos seres invisibles se dejan ver. La experiencia siempre resulta chocante. En el verano de 1976, Josep Cristina estaba leyendo en el dormitorio de su casa de Manresa (Barcelona) cuando tuvo oportunidad de ver con sus propios ojos un gnomo.
Estaba tumbado en la cama, bajo la luz de un flexo cuando, de repente, observó algo extraño en la ventana. “Me fijo y advierto la presencia de un ser diminuto. No superaba los cuatro centímetros de altura”-recuerda.
Cristina está seguro de la altura porque el misterioso ser estaba sentado en el marco de la ventana. “Me miraba fijamente y sonreía”-declara. El pequeño ser movía la cabeza de un lado a otro. Nuestro protagonista no podía creer lo que estaba viendo, creía ser presa de una alucinación o que, tal vez, su imaginación le estaba jugando una mala pasada. Gateó entre las sábanas hasta situarse al pie de la cama. Quería ver de cerca de aquella diminuta figura que vestía como un hombre “normal”. Camisa y pantalón blancos, un grueso cinturón negro y lo que le parecieron unas alpargatas.
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Fue entonces cuando tuvo la impresión de que aquel hombrecillo le hablaba pero no con la boca sino en una suerte de telepatía. El “gnomo”, entonces, le predijo cuatro acontecimientos futuros.
Cristina se levantó perplejo. Quería tocarlo. Aquella “visión” era muy consistente para ser una alucinación pero chocaba con su racionalidad. Pero, al acercar su dedo índice al cuerpecillo el ser se desvaneció ante sus ojos. No pegó ojo en toda la noche, pendiente de la ventana, por si aquel diminuto ser reaparecía. Durante algún tiempo trató de convencerse que aquello fue fruto de su mente pero en menos de un año las cosas vaticinadas por el “gnomo” se cumplieron y la cuarta a punto estuvo, también de cumplirse: Que le tocaría la lotería. “Yo solía jugar siempre a un mismo número –recuerda-. Aquel ser me dijo que ese año mi número iba a resultar premiado. Cuando fui a comprarlo la lotera lo había vendido ya y resulta que ese año tocó”-se lamenta.
¿Se trata de un gnomo o un feto de una especie no identificada?
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Videntes y guardianes de tesoros

Y es que una característica de los gnomos es la de la clarividencia. Tradiciones de diversos lugares les asocian con la alta magia y a las prácticas hechiceriles. “Además de supervisar los grandes tesoros ocultos de la Tierra –asegura Callejo-, misión que también se atribuye a los grifos de las leyendas helénicas y orientales, así como a los dragones germánicos y españoles, los gnomos tienen la capacidad de predecir el futuro”. No es extraño, por tanto, que algunos videntes les hayan visto en sus consultas. Eva Benavent que practica desde hace años la clarividencia les ha visto ocasionalmente en algunas de sus consultas.
“Se trata de un ser diminuto, de piel verdosa, orejas puntiagudas y con un bonete rojo que da saltitos por el suelo”-explica. En ocasiones –asegura- el consultante ha podido incluso verlo aunque lo normal es que sienta sensaciones. “En una ocasión –recuerda- lo veía en el hombro de la consultante, riéndose y soplándole en el cuello y, curiosamente, esta persona se rascaba como si, de verdad, alguien estuviera allí haciéndole cosquillas”.
Eva está convencida de que cuando aparecen estos diminutos seres la suerte de la persona va a cambiar a mejor.
¿Se trata de experiencias reales o tan sólo de la visión subjetiva de otro plano de existencia? ¿Hay alguna prueba de su realidad objetiva?
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El Gnomo de Girona

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En 1989 dio la vuelta al mundo una polémica fotografía. En septiembre de ese año dos matrimonios Añaños y Pujals disfrutaban de un domingo de pic-nic en un bosque situado en los alrededores de Girona. De repente se vieron sorprendidos por la presencia de un gnomo al que pudieron dar caza echándole encima una manta. Al parecer, el pequeño ser se acercó al grupo atraído por la música de un radiocassette y emitió una especie de chillido que recordaba la carcajada de un anciano. Al ser sorprendido por el grupo trató de huir entre los matorrales. Se desplazaba velozmente, en zig-zag, pero uno de los campistas logró finalmente darle caza.
El presunto “gnomo” fue conservado vivo en una jaula para pájaros donde vivió veinticuatro horas sin comer nada. El ejemplar ¡todavía vivo! fue puesto en manos del parapsicólogo catalán Angel Gordon quien efectuó un estudio preliminar y lo conservó en un frasco con formol. La diminuta criatura era de color azulado, presentaba algunas manchas en su cuerpo, fundamentalmente en el cuello y la cara y tenía un tamaño aproximado de doce centímetros. Su constitución carnosa pero presentaba una protuberancia en la frente que recordaba un gorro frigio. Asimismo eran reconocibles unas orejas largas, similares a las de un conejo, y un hocico parecido al de un roedor. Sus ojos tenían un tono rojizo y parecían sobresalir de una zona oscura parecida a un antifaz. Sus extremidades delataban que se trataba de una especie anfibia pues sus dedos estaban unidos por membranas. No tenía pelo en el cuerpo, salvo en el cogote, donde Gordon advirtió tres pequeños pelos. El parapsicólogo encargó a un fotógrafo de l’Hospitalet que inmortalizara el extraño ejemplar y se obtuvo así una polémica secuencia fotográfica.

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